Los agujeros estructurales como oportunidades para la gestión del conocimiento
Tener un pie en diferentes mundos, por ejemplo el de la empresa, de la disciplina, de la militancia en organizaciones intermedias, puede ser algo que nos permita constituirnos en personas clave para el flujo del conocimiento, tanto para la empresa que trabajamos como para otras organizaciones.
Tener un pie en diferentes mundos, por ejemplo el de la empresa, de la disciplina, de la militancia en organizaciones intermedias, puede ser algo que nos permita constituirnos en personas clave para el flujo del conocimiento, tanto para la empresa que trabajamos como para otras organizaciones. Y si abrimos más aún nuestras mentes para conectarnos aunque sea débilmente con redes de alta densidad (por la fortaleza intrínseca de las mismas), incrementaremos aún más nuestro agregado de valor y, por supuesto, nuestro propio valor. No obstante, será importante tener claro que ese posicionamiento estratégico podrá servir de muy poco si no impulsamos en nosotros, y en el ecosistema en el que operamos, un alto nivel de capacidad de absorción, lo que es lo mismo que decir capacidad de aprendizaje.
1. Las organizaciones como redes
Más allá de las clásicas caracterizaciones de las organizaciones como máquinas, organismos, cerebros o culturas (Morgan, 1990) también es posible metaforizarlas como redes sociales (Ghoshal y Bartlett, 1990). En dichas redes circulan diferentes componentes, tales como poder, prestigio, confianza, relaciones, conocimiento, interacciones, entre otras cosas. En esta ocasión, voy a detenerme en el factor “conocimiento” ya que es un elemento clave en la generación de éxito organizacional aún a pesar de su gran dificultad para ser difundido (Szulanski 1996).
El conocimiento fluye a través de las redes sociales dentro de las organizaciones (Tsai, 2000). Justamente, el carácter tácito de los contenidos más relevantes del conocimiento organizacional (Winter, 1987) hace que los lazos sociales sean vectores centrales de transmisión del conocimiento.
Muchos investigadores han argumentado que las redes de vínculos intra-organizacionales son eficaces para el abastecimiento y la transferencia de conocimientos que conducen a la ventaja competitiva. Al respecto y como decíamos anteriormente, Ghoshal y Bartlett (1990) han propuesto que la metáfora de la red es una forma plausible de entender a una gran organización, y Nahapiet y Ghoshal (1998) pusieron el foco, justamente, en la idea de “capital social” como un elemento clave que contribuye a la ventaja competitiva.
2. La densidad como indicador
En una red organizacional (sea intra o inter), uno podría pensar que la densidad de la red podría indicar fertilidad en la circulación del conocimiento. La densidad es una razón entre la cantidad de lazos existentes y la cantidad de lazos potenciales (Wasserman y Faust, 2013). Si una gran mayoría de los nodos de una red (es decir, personas en una organización) tienen conexión entre sí, estamos antes una red de alta densidad.
¿Es la densidad un indicador de la calidad de las interacciones y, por lo tanto, de la fluidez del conocimiento y de la innovación? Coleman (1990) sostiene que, a medida que el grado de interdependencia entre los individuos aumenta (a raíz del establecimiento de relaciones de obligaciones y expectativas recíprocas), la densidad de las redes se incrementa generando altos niveles de cohesión. Aquí nos referimos a la confianza y la calidez de las interacciones. La mirada de Coleman termina siendo entendida como una indicación de la importancia de los “vínculos fuertes” intra-grupo. Así, si el coeficiente de clustering es alto, podría suponerse que esa red da cuenta de un alto nivel de capital social estructural. Pero no siempre es así lo que sostienen los teóricos sociales
3. La fuerza de los vínculos débiles
Burt (2000), a contrario sensu de la propuesta de Coleman, sostuvo que una estructura de red escasa (no densa) facilita la difusión de ideas y argumentó que los lazos fuertes dentro de una red densa son ineficientes para adquirir conocimientos externos, ya que no promueven la diversidad en los recursos. Esto es explicado por Burt de la siguiente manera: La densidad es sólo una forma de cierre de la red, los contactos en una red densa están en estrecha comunicación para que puedan aplicar fácilmente sanciones contra personas que violen creencias o normas de comportamiento compartidas. Las redes densas, por lo tanto, ofrecen menos de la ventaja de información y control asociada con la expansión de agujeros estructurales. Si las redes que abarcan agujeros estructurales son la fuente de capital social, el rendimiento debe tener una asociación negativa con la densidad de red.
Fue el sociólogo Mark Granovetter (1973) quien popularizó la efectividad de los lazos débiles, resultando ser un muy buen antecedente a las posturas de Burt. Granovetter explicó en detalle todos los condimentos de la teoría del “puente” entre redes densas. El individuo que Granovetter denomina “ego” (su revisión de 1982 lo pone de manifiesto), si bien tiene un conjunto de amigos íntimos que constituyen un grupo densamente tejido de la estructura social, también tiene algunos conocidos (lazos débiles) que, a su vez, integran otros grupos densamente conectados. De esta manera, el lazo débil entre “ego” y cada uno de sus conocidos termina constituyendo un puente crucial entre redes o mallas densas. “Ego” es el puente y, según Burt, dichos puentes gozan de un mayor acceso a más y menos redundante información, lo que favorece el aprovechamiento de nuevas oportunidades o el surgimiento, combinación o recombinación de nuevas ideas.
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